Viajeros europeos y sus motivaciones para visitar Ecuador en el siglo XIX
María Belén Ortiz, Ana Cueva, Marco Zea
RICIT nro. 14 -diciembre -2020. (pp.24-48) ISSN: 1390-6305 ISSN-e: 2588-0861.
a través de escritos e imágenes sobre experiencias, puntos de vista y sentimientos de la
travesía, en diarios. Estos documentos surgirían ante la idea de aumentar el grado de
razonamiento objetivo sobre noticias de un tema o sitio en particular. Según Fernández
(2015) florecería una necesidad llamada de inspección ocular que pretendía diferenciar el
hilo entre las narraciones de un viajero ficticio y un real, este proceso surge por la necesidad
personal de trasladarse para comprobar la veracidad de argumentos, y la forma más usual
para presentar pruebas era a través de detallados diarios sobre los viajes efectuados.
Muchos viajeros dejaron constancia de sus viajes en la historia, entre los relatos más ilustres
de la antigüedad se encuentran: el Poema de Gilgamesh, la narración más antigua conocida
hasta ahora, detalla las aventuras del rey sumerio; otro es la Historia de Unamón, texto
escrito sobre papiro en Hierático tardío que trata sobre relatos comerciales entre Egipto y
Oriente próximo (García, Oscarís y Rodríguez, 2012); también se tiene a Hannón, quien
elabora en Lengua Púnica uno de los primeros relatos en orden cronológico sobre las
exploraciones con fines de conquista de las costas africanas; Heródoto, en cambio, visita
aproximadamente en 484 a.C Egipto, Libia, Etiopía, India, Fenicia, Arabia, entre otros,
motivado por fines formativos, deseaba explorar cuidadosamente lo conocido en la época.
De los primeros milenios de la era cristiana sobresale Pausanias, uno de los primeros
predecesores de los relatistas de guías de viaje, escribiría en el 174 d.C. un manual exacto y
sobrio sobre sus travesías, y este texto se constituiría como una primera Guía de viajes de
Grecia (Verne, 1880). En cierta medida hasta aquí los relatos de viaje corresponden a
literatura de carácter novelesco (Albuquerque, 2011). Ya en la Edad Media los relatos de
viajeros aluden a improntas religiosas, muestra de ello son los manuscritos para cumplir con
peregrinaciones a tierra santa, como a Santiago de Compostela, Roma y Jerusalén (Rivero,
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015). El viaje se asociaría a un movimiento no solo de carácter espacial sino espiritual, ya
sea como misionero, peregrino o cruzado bajo la Concepción del Homo Viator (hombre
caminante) según Castro (2015) y Ramadori (2015) como se identificaba al viajero medieval,
el hombre que sigue el camino físico y espiritual (García, 1994). Pero los viajes no se
reducirían a la peregrinación, paralelamente se observa también viajeros comerciales,
especialmente a partir del siglo XII. Aparecen las descripciones de Pierre d'Ailly, geógrafo,
con su colección Ymago Mundi, donde da cuenta de objetos, paisajes y criaturas maravillosas.
A la par surge el exotismo presentado en los viajes de Marco Polo en torno a 1300 d.C., el
llamado príncipe de los viajeros escribiría una de las obras más traducidas a nivel mundial
(García, 2009). Por lo tanto, en este siglo sobresalen dos tipos de viajeros: el viajero mercader
y el viajero peregrino (Charton, 1860).
Los rasgos cambiarían en los viajes modernos, según Regales (1983) lo más importante sería
el concepto de la ampliación de ejes geográficos, desde Europa, primero hacia oriente y luego
hacia América. Castro (s/a), por su parte, sugiere que el Humanismo del Renacimiento de
finales del medievo se vería reflejado en los viajeros modernos, ya que estos defendían un
desplazamiento ordenado y controlado, oponiéndose al movimiento errante por lo que
muchos humanistas se dedicaron a viajar y plasmar crónicas, diarios y epístolas; como por
ejemplo el humanista italiano Petrarca o los humanistas franceses Jas Elsner y Joan Pau
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