Para el desarrollo de esta investigación se partió con la construcción de los referentes
relacionados con la vitivinicultura como concepto principal, en el que se adscribieron el
consumo y el enoturismo como pilares de desarrollo de la investigación, de igual manera se
delimitó la investigación al municipio de Villa de Leyva, específicamente los viñedos Ain
Karim y Umaña Dajud.
La vitivinicultura en América del Sur y Colombia
La vitivinicultura hace alusión a la fabricación, realización y crianza de los vinos como
producto final, también es el conjunto de conocimientos y técnicas relacionadas a la fabricación,
elaboración y crianza del vino, suele ser considerada como una ciencia o un arte (Alvares, Guio
y Trejos, 2018). Con el paso de los años se fueron presentando avances en la viticultura con
aplicación de frío en los tanques de vino, gases internos en cavidades herméticas, estabilización
a frío extremo, y todo un proceso de tecnificación; el cual pretende ofrecer los mejores vinos
(Anchurón, 2018). La vitivinicultura nace en Egipto 3.000 a.C., los usos principales fueron
ceremoniales y funerarios. A Europa ingresa en el tercer milenio a.C., por medio de Grecia, a
través de las culturas minoicas y se distribuyó en países como Francia, Italia y España. La
producción de vinos se fue mejorando en estos países mediante un sistema de poda, selección
de variedades, e introducción del abono y la mejora de los envases para poder transportarlos
(Piug, 2015). La inclusión de la vitivinicultura en América Latina fue a partir de la colonización
de los españoles, siendo su cultivo una de las prácticas agrícolas más importantes de los
colonos. Las primeras plantas de vid, de la especie vitis vinífera llegaron directamente por Perú
(Cuzco) en el siglo XVI, luego en 1551 se introdujo en Chile y Argentina. El cultivo y cuidado
de las vides, así como los vinos se volvieron parte fundamental del sistema económico para los
pobladores de estos países, ofreciendo un producto único y al mismo tiempo de alta calidad, a
la altura de la demanda del mercado mundial (Pigna, 2014).
El consumo de vinos a nivel mundial ascendió a 24.300 millones de litros (2019), según la OIV
(Organización Internacional de la Viña y el Vino), en este estudio se identifica a la Ciudad del
Vaticano como el mayor consumidor; y con altos consumos también en los paraísos fiscales y
vacacionales, donde se tiene un consumo entre los 23 y 35 litros por persona. Para el caso de
América del Sur, específicamente de los vinos chilenos, desde el mes de enero a noviembre de
2019, se exportaron más de 331 millones de litros, con un alza del 12,9% con respecto al año
anterior (Buzzetti, 2019). Según Miazzo (2019), los vinos argentinos registran una exportación
de 1.500 millones de litros, con un aumento del 23% con respecto al año 2018. En esta misma
dinámica en Chile se han desarrollado estudios de consumo, documentos que establecen como
hábitos que las compras de vinos se realizan en supermercados con un 54,5%, seguido por las
botillerías (estancos) con un 42,8%; respecto al tipo de envase, un 76,3% prefiere la botella que
la caja (Contreras, 2015). De lo anterior se puede inferir que el consumo de vino en Sudamérica
cada día es más importante y existe un reconocimiento de sus vinos a nivel mundial, de igual
manera que la bebida hace parte de la canasta familiar de los habitantes de la región.
Colombia no se tiene una gran industria relacionada con la vitivinicultura, sin embargo, eventos
como Expovinos, que partió en 2005, ha despertado el interés por la cultura vinícola; de igual